Por: Eric García Valladares

Gritos, sombrerazos, amenazas y hasta maldiciones se escuchan cuando las madres, padres, tías y demás familiares se reúnen para forrar los libros, carpetas y cuadernos, para que los estudiantes regresen a clases con la una inmaculada colección de libretas perfectamente identificadas entre figuras de dibujos animados y la cantante de moda. Una experiencia que no debemos dejar pasar. Lo único que recomendaría, como en la mayoría de las ocasiones, es que pongamos límites, si por favor. Cuando el alumno tenga la oportunidad de hacerlo por sí mismo ¡Déjelo en paz! ¡Que él lo haga!

En ocasiones anteriores hemos hablado de los diferentes analfabetismos que se generan a través del tiempo, ya que el dinamismo con que la tecnología avanza nos empuja a actualizar nuestras habilidades en diferentes ámbitos, llámese tecnológicos, financieros e incluso emocionales. Por lo cual nuestro proceso de aprendizaje se debe actualizar también. Los actores del proceso de enseñanza- aprendizaje se han reconfigurado con la presencia de contenido digital en tutoriales que hoy hacen las veces de un profesor desarrollando una técnica expositiva; con la certificación de habilidades a través MOOC´s (Massive Open Online Courses); con el incremento en las prácticas autodidactas. Y es que cuando el interés por aprender viene desde adentro, desde la voluntad independiente del alumno, se hace patente su función ejecutiva que posterga la recompensa para obtener un mejor futuro.

El hecho de que los padres o los maestros estemos “metiendo las manos” para “ayudarle” creando la maqueta, forrando sus libros, resolviendo las ecuaciones, dándole más tiempo para que entregue sus trabajos, premiar su entrega sin considerar el esfuerzo; asignándole un trabajo para cubrir sus inasistencias. Terminamos rodeándolo de beneficios y reduciendo sus responsabilidades.
Adoptemos el enfoque de “no intervención”. Permitámosles que por sí mismos descubran, exploren, comparen, diferencien, abstraigan, infieran, asuman, resuman, etc. Este enfoque de “hands off” o “Laissez-faire” pretende establecer un empoderamiento de un aprendiz activo, comprometido, perfectamente autónomo.


Hace algunos meses me entrevisté con una de mis psicólogas favoritas quien tiene un nombre combinado entre la flor del Principito y el caudal que se une con el mar, y me decía “…a los adultos mayores como a los jóvenes de cualquier edad, debemos evitar ayudarles a completar tareas que ellos pueden realizar…” Les robamos experiencia, les acotamos su libertad, su independencia. Nuestra reducida participación, promueve su creatividad, le ayuda a establecer conexiones sinápticas alternas que estimulan la búsqueda de soluciones y la práctica consiente de la experimentación, la iteración, la prueba y la medición.

Por supuesto que también hay elementos a considerar. El contexto. El ambiente en el cual fomentamos este tipo de prácticas. Porque la forma también es fondo. Si no establecemos los recursos necesarios para esa aventura de indagación, se puede convertir en una sensación de abandono. Por muy bien intencionada que esté nuestra ausencia, debemos mantener la confianza de los jóvenes. Algunos desarrollarán su sentido autónomo antes que otros e incluso disfrutarán de esa privacidad que les permite tomar su tiempo en la toma de decisiones o en la resolución de problemas mediante la aplicación de su propio “¿Y si…?”. Sin embargo, algunos otros sentirán cansancio, incertidumbre o hasta desesperación, especialmente si son las primeras ocasiones o si no somos constantes con esta práctica y volvemos a resolverles la vida de cuando en cuando.

La idea es poder establecer un escenario que, en términos de confianza y recursos disponibles, pueda de manera independiente tener un aprendizaje centrado en el descubrimiento. Un aprendizaje autodirigido que ofrezca una importante dosis de serotonina, estimulando así su adhesión a la tarea y su compromiso con la resolución de problemas cada vez más complejos, cada vez más relevantes.


Fomentemos una relación que permita la participación y la toma de decisiones compartidas relacionadas con el aprendizaje. Permitamos que sean ellos quienes establezcan las pautas de volumen, extensión y complejidad. Aprobemos que cuando estemos forrando los libros, sean ellos quienes digan ¡Arriba las manos! Esto es mi aprendizaje


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