5 de septiembre, Día Internacional de la Mujer Indígena
Por: Alejandra Salgado Romero
“…la mujer indígena mexicana no sólo representa la diversidad cultural del país, sino que también desempeña un papel vital en la preservación y enriquecimiento de la herencia cultural nacional. Su poder cultural trasciende las fronteras étnicas y geográficas, contribuyendo al tejido social de México y reforzando la idea de una nación vibrante y plural. El reconocimiento y apoyo a la mujer indígena no solo fortalecen las comunidades locales, sino que también enriquecen la identidad y la unidad de toda la nación mexicana»
Universidad del Valle de Puebla
Las mujeres indígenas han sido parte fundamental en las luchas de sus pueblos originarios, son conocidas como garantes de la cultura y juegan un papel fundamental en sus familias y sus comunidades, tanto en el ámbito nacional, como internacional. Lamentablemente, enfrentan múltiples obstáculos a lo largo de su vida, -reducidas oportunidades para acceder al mercado laboral, dificultad para tener acceso a los servicios de salud y educación, tasas elevadas de analfabetismo, poca participación en el proceso político, falta de acceso a alimentación y agua, así como sufrir violencia doméstica-, por lo que la supresión política, social y económica de las mujeres indígenas contribuye a una situación constante de discriminación, que las vuelve particularmente susceptibles a diversos actos de violencia.
En el ámbito internacional de la protección de los derechos humanos existen diversos instrumentos para su defensa, como el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo sobre Pueblos Indígenas y Tribales en Países Independientes y la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. Al ratificar el Convenio 169, el Gobierno de México se comprometió a promover la plena efectividad de los derechos sociales, económicos y culturales de los pueblos indígenas bajo un completo respeto a su cultura, tradiciones e instituciones. La Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas fue aprobada el 13 de septiembre de 2007, por la Asamblea General de dicho organismo, y casi una década después, el 17 de junio de 2016, se suscribió la Declaración Americana sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. México firmó ambos instrumentos.
Se calcula que solo en Latinoamérica existen alrededor de 522 pueblos indígenas y que en total la población sumaría 42 millones de personas. De esa cantidad, el 59% son mujeres, es decir, más de la mitad. Sin embargo, son el sector más oprimido. Sin duda, la mujer indígena actualmente sufre una triple discriminación: la primera se debe únicamente a su género, pues la mayoría de los pueblos indígenas son machistas, por lo cual les privan a las niñas su educación e incluso, muchas de las prácticas de apareamiento en algunas de estas culturas contemplan la violación. La segunda discriminación se debe a su condición de indígenas, debido a que en muchos países ven al indígena como ciudadano/a de segunda clase. Dicha situación empeora con el tercer nivel de discriminación, que es la pobreza, pues aún en pleno siglo XXI muchas mujeres indígenas no pueden ser dueñas de la tierra donde viven y trabajan, sino que esta pertenece al hombre de la casa, al que deben pedir permiso para trabajarla e incluso tomar lo cosechado.
La elección de la fecha (el 5 de septiembre), se debe a una heroína suramericana, la india Bartolina Sisa, que nació en Cuzco, Perú, el 24 de agosto de 1753 y fue una mujer valerosa y trabajadora, dedicada principalmente a sus labores en el telar. A los 25 años de edad, contrajo matrimonio con Julian Apaza, quién años más tarde sería conocido como el caudillo Túpac Katari, con quién organizaría la rebelión de los pueblos indígenas a través de los Andes. Ella cayó presa del enemigo, quienes le prometieron a Túpac Katari liberarla si cumplía sus demandas. Él no lo hizo, porque sabía que se trataba de una trampa. No obstante, envió dos mensajeros para hacerle llegar a su mujer oro, coca y alimentos. Bartolina fue violada, golpeada, torturada y por último ahorcada el 5 de septiembre de 1782, pasando a la historia como una de las mujeres indígenas más valientes, inquebrantables e insobornables del sur del continente americano.
Es importante citar que el Gobierno de México decretó el 2025 como el Año de la Mujer Indígena, con la idea central de “[…] resaltar el papel que tiene la mujer en la humanidad, toda, pero en particular en la lucha por la emancipación y por los derechos de los pueblos indígenas” (Presidencia de la República, 2024). Una de las razones principales de este enfoque, es la necesidad de justicia y visibilidad para una parte fundamental de nuestra sociedad. El emblema que conmemora este año está formado por los rostros de cuatro mujeres destacadas del México antiguo: las mujeres mayas están representadas por Ix Tz’akbu Ajaw conocida como Ahpo-Hel, la «Reina Roja» o «Señora de la Sucesión»; las mujeres mexicas por Tecuichpo; las mujeres mixtecas por Ñuñu, conocida como la “Señora 6 Mono”; y Xiuhtzatzin, quien le da visibilidad a las mujeres toltecas (La Jornada Maya, 2025). Las mujeres hablantes de las diversas lenguas nacionales que han destacado en distintos y diversos ámbitos como la academia, las artes, la lucha por los derechos humanos, o la política son muchas, pero falta mucho por transitar para lograr romper las barreras estructurales a las que se enfrentan las mujeres pertenecientes a las comunidades originarias. En cuanto a las violencias, en sus múltiples dimensiones, constituyen obstáculos por vencer: muerte materna, maltrato físico y psicológico, agresión sexual, violencia económica, discriminación, analfabetismo, entre muchas otras. De igual manera, los estereotipos también influyen como barrera; como asociarlas únicamente como trabajadoras domésticas.
Resulta, por tanto, primordial que las políticas públicas y acciones gubernamentales en beneficio de las mujeres indígenas sean pensadas, diseñadas e implementadas por ellas mismas, para que realmente respondan a sus necesidades y realidades… y únicamente así el esfuerzo por visibilizar su lucha y su historia podrá materializarse en un cambio real y duradero, a una realidad que constituye un derecho fundamental para nuestras indígenas en la actualidad, así como un verdadero homenaje para nuestras ancestras de los pueblos originarios.
Les deseo una semana excelente y agradezco sus aportaciones y/u opiniones a través del correo alejandra.salgado.esdafzk@gmail.com.