Doy gracias al Creador
Por: Rafael Domínguez Rueda
Yo procuro vivir, amar y disfrutar cada minuto intensamente para después recordar satisfactoria e intensamente. Decía mi madre: «Hijo, hay que vivir cada momento apasionadamente, pues al final nomás los recuerdos quedan». Y pienso yo que la nostalgia es cosa de quien ha sabido vivir como se debe. No la tienen los que han pasado por la vida en traje gris, resecos, conformistas, sin amar ni comprender. En cambio, aquel con quien la vida ha sido generosa vive agradecido, alegre y feliz.
Yo, como el letrero de la pulquería de Tepito que recogió Elena Garro, tengo recuerdos hasta del porvenir. Del presente también tengo recuerdos. Por ejemplo, me acuerdo de que estoy escribiendo acerca del recuerdo. Pero de lo que tengo más recuerdos es del pasado que a pico y pala, labró por días, meses y años mi bendito porvenir.
Cosa más triste debe ser hallarse en la desgracia y encima no tener un recuerdo feliz para evocarlo. Un viejo tango casi todos los tangos son viejos dice que “20 años no es nada”, y es que, aunque 20 años pasen, cuando hay amor, afecto y las cosas se hacen con gusto, no se siente el tiempo. Entonces, si 20 años no es nada, 85 debe ser poco más de cuatro nadas. Digo 85, porque esos años cumplí el pasado lunes 30 de junio.
“20 años no es nada” … y eso me hace recordar que hace 10 años (2015) recibí de manos del Gobernador la Condecoración “Vicente Guerrero”, el máximo galardón que otorga el Gobierno del Estado de Guerrero, a quienes se distinguen por sus obras a favor de los guerrerenses; hace 20 años (2005) entregué cuentas claras, en orden y al día de la Tesorería de la Secretaría de Educación Guerrero, donde el presupuesto que se maneja es superior al del Estado, después de estar 6 años al frente; hace 30 años (1995), después de varios meses de actividad cultural dimos vida al Festival Franciscano Yohuala, que llegó a cimentar la cultura en Iguala, como una fiesta del espíritu; hace 40 años (1985) para mí fue una gran satisfacción haber recibido de manos del Presidente de México, al pie de la columna de la Independencia, el premio nacional por mi ensayo «Historia de la Bandera», un concurso que primero fue por Estado y los ganadores se fueron al nacional; hace 50 años (1975) haber sido reconocido como “el auditor del año”, por los resultados logrados; y hace 60 años (1965), haber terminado la carrera de Contador Público.
Que 20 años no es nada… y es que cada persona sensata oculta una historia extraordinaria. 20 años no es nada, cuando se ama y, a la vez, es mucho cuando se aprovecha.
Así, creo que es una bendición haber llegado a los 85 y seguir viviendo con el entusiasmo de los 20; es una gracia sublime que después de 58 años sigo siendo novio de una mujer bellísima que es además mi esposa; es una dicha que lleve 68 años haciendo crónicas con amor y juicio, pensando siempre en el bien de Iguala y de mis paisanos y procurando interesar a quienes me hacen el favor de leerme.
Así es que el lunes que cumplí 31,046 días de haber llegado a este planeta envuelto en bendiciones, no pude menos que dar gracias a la vida que me ha dado tanto, como dice la inolvidable Violeta Parra.
Por esas bendiciones doy gracias al Creador, al autor de los días que me ha permitido caminar por esa grata senda llamada felicidad, hecha de amor, de amistad, de buena literatura y relajante música, de apetitosos comeres y finos beberes, a través de los cuales he atisbado un lampo de ese misterio al que llamamos Dios.
Gracias al Creador por haberme dado unos padres que me enseñaron los principios y valores más preciados; por darme un hermano y unos primos con los que compartí mi infancia; por el encuentro con guías, como: Cristóbal Figueroa (en la poesía), Juan Sánchez (en la literatura y el Teatro), Humberto Osorio (en la oratoria), Hermilo Castorena, José Rodríguez y Margarito López, que me abrieron las puertas al mundo y sembraron en mí el deseo de ser universal.
A través de estas líneas expreso mi profunda gratitud, al padre Daniel García, por lo generoso, al ofrecer ese día, la misa por mi intención y, al final felicitarme públicamente, lo que propició que la comunicad entera me saludara con un estruendoso aplauso; a mi familia: esposa, cuatro hijos, tres nueras y tres hermosas nietas, con quienes a pesar de las diferencias compartí un gozo inédito, muy feliz; va también mi agradecimiento para mis compañeros de trabajo, quienes me ofrecieron un alegre y fraterno convivio.
Correspondo con un abrazo afectuoso a distancia a: José Rodríguez, Margarito López, Pedro Ruiz, Juan Carrasco, José Manuel Cadena, Rubén Sánchez, Zealtiel Benítez, Alejandro Sánchez y Ernesto Benítez
Va también mi agradecimiento al centenar de paisanos que en una u otra forma me felicitaron. A mis lectores les digo que de no ser por ellos yo no sería yo; trataré de seguir en la faena mientras ellos y mis editores lo dispongan, desde luego, mientras el Dador de la vida me la conserve y me deje el precioso don de la salud. Gracias, muchísimas gracias.