Altruismo juvenil

Por: José I. Delgado Bahena

¡Vaya que estoy emocionado! Les contaré por qué, ya que tenemos que compartir los momentos gratos de la vida, sobre todo cuando se viven experiencias que nos delatan en nuestra esencia de ser humanos, como es el altruismo, con acciones que nos llevan a solidarizarnos con quienes menos tienen y más nos necesitan.


Dice una frase que no da el que tiene y el que puede, sino el que quiere. Y hay otra que dice: lo que hace tu mano derecha, que no lo sepa la izquierda, en el sentido de que no tenemos que andar divulgando o presumiendo nuestras buenas obras, si es que se hacen de corazón y no con otras intenciones.


Sin embargo, ahora lo hago con un doble propósito: primero, el de alentar a que sigamos apoyando, como podamos, a quien nos extienda la mano en solicitud de ayuda; segundo, para agregarnos a una labor que está haciendo mi amigo Rafael Villalobos Salazar, que les compartiré un poco más adelante.


Antes, déjenme comentarles que le titulé a esta columna como “Altruismo juvenil” porque me referiré a las participaciones de los jóvenes en este tema.


Mire: hace algunos años formé parte de la institución social internacional del Club Rotario Iguala, A.C. Durante el lapso en que estuve ahí, el club me asignó la tarea de comandar a un grupo de jóvenes menores de dieciocho años al que se le llama Interact. Después, cuando ya cumplen los dieciocho años se les llama Rotaract, por las diferentes acciones en las que se involucran, tanto en el país como en el extranjero.


Pero, bueno, en este grupo de Interact, y luego Rotaract, llegamos a tener un equipo de veinte integrantes que se reunían para sesionar entre semana, y los sábados, en ocasiones los domingos, salían a las colonias de Iguala a llevar ayuda comunitaria de diversa índole. Eran chavos, pues, que gracias al apoyo de sus padres, daban de su tiempo, y de sus recursos, a favor de los necesitados. Ah, pero no creamos que se trataba de “hijos de papis”, no, tenían sus limitaciones en sus hogares, pero se desprendían de lo poco para hacer mucho en beneficio de otros.

Les cuento otra experiencia. Hace días, en una tienda de zapatos donde tengo un amigo que escasamente cuenta con veinticuatro años de edad, llegué a saludarlo y le reclamé porque no me invitó a su fiesta de cumpleaños, que recién había pasado. Él, con su cara formal y seria, me dijo: “Discúlpame, es que no hice nada; bueno sí: preferí festejarlo llevando comida al hospital, para los familiares de los enfermos que están internados”. Sinceramente, se me quebró el corazón, porque ese día, el de su cumpleaños, pasé por el negocio para darle un abrazo, pero estaba cerrado y pensé que se había ido a festejar con su familia.

El tercer ejemplo que les quiero compartir es el de mi amigo Rafael Villalobos, joven también. Él publicó ayer, en su perfil de Facebook, lo siguiente: “Amigos queridos. Escribo esto con todo el respeto y humildad posible. Hoy salí en mi coche a comprar de comer y me encontré a esta mujer en el camino, es mi vecina del negocio, se llama Angelita. Iba caminando con mucho trabajo, me paré junto a ella y le pregunté que adónde iba, me comentó que iba a comprar tortillas. Como la tortillería queda por donde yo iba me ofrecí a darle un raite.

Al subir ella a mi carro, me percaté de su situación. Su pie tiene una inflamación increíble y tiene una infección purulenta a simple vista; me contó que se estacó con una varilla y le atravesó el pie, cayó y se fracturó la cadera, y hace no mucho supimos que la mordió un perro… Bajo esas condiciones el corazón se me hizo de pollo, realmente su situación es muy precaria, los vecinos llevamos tiempo dándole de comer y ayudándole.

Les pido por ella, quien pueda desprenderse de un kilo de arroz, agua, latas de comida, frijol, huevo o alimentos no perecederos, para poder ayudar, les doy su dirección o los llevo.


Sumado a su situación, tiene un hijo discapacitado del cual ella misma se hace cargo.


Su vivienda a vista obvia se ve de muy malas condiciones y se me parte el alma pensar que pasa el calor y las inclemencias de las temporadas.
No dejo de sentir un vacío en el estómago, por la sensación que esto me causó. Y me sentiría más culpable y no me perdonaría el no hacer nada.


Así que, amigos queridos, así como juntamos algo para otras ocasiones, les invito y les ruego, hagamos algo por Angelita.


Después da el domicilio de la señora. Si alguien de ustedes desea ayudar, les dejo el número de teléfono de mi amigo: 7331084850. Muchas gracias.

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