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Estados Unidos., Raiders de Las Vegas mandó un mensaje claro: Maxx Crosby no sólo es el alma de su defensa, es el jugador que define su identidad. Y para asegurarse de que su motor incansable siga rugiendo en plata y negro, le han dado una extensión de contrato de tres años y 106.5 millones de dólares, con 91.5 millones garantizados. Con este acuerdo, Crosby se convierte en el jugador mejor pagado de la NFL que no es quarterback.


Un ascenso brutal para alguien que, hace cinco años, llegó a la liga como una apuesta de cuarta ronda en el Draft.


Cuando Raiders tomó a Crosby en 2019, muchos lo vieron como un proyecto a largo plazo. Un ala defensiva alto y espigado de Eastern Michigan, sin la etiqueta de estrella colegial que llevan otros pass rushers al llegar a la National Football League (NFL).


Pero desde el primer momento, Crosby jugó como si cada salida de balón fuera el último de su vida. Su intensidad en el campo se volvió su sello, y con cada golpe al quarterback rival, fue dejando claro que no era un jugador del montón. Hoy, con 59.5 capturas en su carrera, cuatro selecciones al Pro Bowl y múltiples honores All-Pro, es una de las fuerzas más temidas en la liga.


El futbol americano es una liga de quarterbacks, pero los que los persiguen también tienen su valor.

Crosby ha demostrado que es uno de los más efectivos en esa tarea, promediando más de 10 capturas por temporada y acumulando 105 tacleadas para pérdida de yardas en seis años.


El contrato que acaba de firmar redefine el mercado para los defensivos. En un mundo donde los equipos invierten millones en proteger a sus pasadores, Raiders ha hecho lo contrario: apostar fuerte por un hombre que los destruye.

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