No se olvida: 2 de octubre
Por: Rafael Domínguez Rueda
Aquella tarde del 2 de octubre de 1968, desde las 17:00 hasta alrededor de las 21:00 horas permanecí en la Plaza de las Tres Culturas. Yo tenía 28 años, cursaba la carrera de Auditoría, pero, a la vez laboraba en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público. Así que viví aquel movimiento estudiantil como un alumno más, pero a la vez, como agente gubernamental pues diariamente debía informar sobre los hechos que veía o escuchaba en las calles.
El movimiento Estudiantil de 1968 tuvo un eco inusitado por la necesidad de la población de poner un alto al autoritarismo de los gobiernos que desde la década de los treinta se asumieron como herederos de la Revolución.
Estalló por la brutalidad con la que el cuerpo de granaderos disolvió una gresca estudiantil la tarde del 22 de julio de 1968 en las inmediaciones de la Ciudadela, cerca del Centro de la CDMX, la movilización de jóvenes estudiantes provenientes de diferentes escuelas, principalmente del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), tuvo un auge sin precedentes entre los meses siguientes de agosto y septiembre, sobre todo, porque el rector de la UNAM, Javier Barros Sierra, el 1 de agosto encabezó una manifestación desde Cd. Universitaria y recorrió las avenidas Insurgentes, Félix Cuevas y Coyoacán.
El 2 de agosto se creó el Consejo Nacional de Huelga en el que hubo representación de todas las escuelas declaradas en paro. El día 4 se dio a conocer el Pliego Petitorio de 6 puntos.
La respuesta del gobierno federal al conflicto estuvo enmarcada por la represión policiaca y militar; así lo atestiguaron acciones como la toma de la Preparatoria de la UNAM el 28 de julio; el desalojo de manifestantes de la Plaza de la Constitución la madrugada del 28 de agosto; la ocupación de Ciudad Universitaria y de las instalaciones del IPN los días 18 y 24 de septiembre.
Con la ocupación de los bastiones universitarios y la persecución y encarcelamiento de líderes estudiantiles, el CNH convocó a un mitin el día 2 de octubre, en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco.
Yo llegué al lugar pasaditas de las 5 de la tarde; había entre 8 y 10 mil personas. La multitud estaba compuesta por profesores, estudiantes, trabajadores, mujeres y hasta niños. El área estaba cercada por miembros del ejército y policías. Los líderes del movimiento ocupaban el 3er. piso del edificio Chihuahua.
A las 5:15 empezó el mitin. El primer orador fue Florencio López Osuna, representante de la escuela superior de Economía del IPN. Siguieron otros oradores. Eran las 6 de la tarde cuando sobrevolaban el lugar un par de helicópteros. La gente se asustó y empezó a retirarse.
En ese instante Sócrates Amado Lemus, también líder del Poli se apoderó del micrófono y grito: «!No corran, compañeros! ¡Es una provocación!» No había terminado de decir eso cuando unas luces de bengala iluminaron el cielo y al mismo tiempo se escucharon los primeros tiros.
Los disparos fueron ensordecedores. Los soldados entraron a la plaza tratando de ubicar de donde procedían los tiros. La multitud aterrada busco huir. El Gral. Alberto Quintanar llegó a revelar posteriormente que “entre 8 y 9 camones de redilas, sin logotipo, se utilizaron para sacar de Tlatelolco los (500) cuerpos de quienes murieron el 2 de octubre de 1968”. Ahí resultaron muchos heridos y alrededor de 1,500 detenidos.
¿Cómo la libre yo? Para mi suerte, en ese momento de crisis me encontraba cerca de una zanja donde junto con varias docenas de personas nos escondimos. El fuego duraría como una hora. Nosotros aguantaríamos como dos horas ocultos. Salí de ahí todo magullado y entumido. Al llegar a la avenida, gracias a mi charola de Agente, el militar no sólo me dio paso sino le ordenó a un chofer de autobús me acercara a mí domicilio. En el trayecto oíamos sirenas y veíamos barricadas de fuego.
Sobre la masacre de Tlatelolco hay películas reales, videos más o menos cercanos a los acontecimientos, libros escritos a modo, millones de artículos y miles de ensayos que han convertido al 68 en un mito. En Tlatelolco murieron muchos, muchísimos inocentes. ¿Y los lideres? Bien Gracias.
En el Consejo, a cuyas reuniones llegué a asistir, había fascistas, comunistas, socialistas. Todos querían llevar agua a su molino. También había quienes querían derrocar al gobierno y quienes pretendían debilitar al Estado ¿Por qué no se habla de los militares muertos? ¿Por qué no se menciona a las mujeres? No fue una ni dos, fueron cientos de mujeres activistas.
Se dice que el movimiento del 68 dio origen a la democracia mexicana. Totalmente falso, porque si bien es cierto que hasta el día de hoy es recordado como la movilización ciudadana más importante en pro de la democracia y del respeto al Estado de Derecho, también es verdad que la infamia perpetrada por Luis Echeverría sólo tuvo efectos destructivos, pues cortó de tajo el impulso vigoroso de miles de jóvenes, no atendió ninguna de las peticiones del pliego petitorio y logró el propósito perverso de acabar no sólo con el movimiento, sino con toda iniciativa democrática por muchos años.
El sistema político mexicano demostró que era una «dictadura perfecta», como lo definió Mario Vargas Llosa. No había contrapesos y Díaz Ordaz se dio el lujo de asumir la responsabilidad. Posteriormente al día de la matanza, los estudiantes volvieron a las aulas.
Después de Díaz Ordaz el control férreo se mantuvo, a tal grado que, sin problemas asumió la presidencia Echeverría y propició el halconazo el Jueves de Corpus.
Tuvieron que pasar 21 años para que se iniciara la democratización en México. Fue el 5 de mayo de 1989, cuando Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez, Heberto Castillo y Gilberto Rincón Gallardo fundaron el PRD.
En fin, el movimiento Estudiantil de 1968 es la movilización ciudadana más importante que ha habido en pro de la vida democrática en México.