El perverso Grito

Por: Rafael Domínguez Rueda

Estamos en el mes de la patria. Pero, el próximo fin de semana conmemoramos el Grito de Independencia y lo celebramos de una manera muy eufórica, pues aflora en nosotros el espíritu patriota y gritamos a los cuatro vientos ¡Viva México!


Igualmente, yo así lo siento, pero al festejar a México, también con él celebro su historia, costumbres y tradiciones, sus incontables bellezas naturales, el valioso legado de sus ancestrales culturas aborígenes y la rica herencia que de la madre España recibimos, como: la mezcla de razas, el idioma, religión, nuevos animales y muchos alimentos…celebro las maravillas que salen de las manos de nuestros artesanos, las delicias de nuestra cocina tradicional, el arte y la cultura de que somos dueños y que atrae poderosamente a propios y extraños, con los infinitos dones que de la Patria y de su gente recibimos cada día, las más de las veces sin darme cuenta de ellos y sin siquiera agradecerlos.


Generalmente nos dejamos llevar por los dones materiales y nos olvidamos de los del espíritu. Los frutos del espíritu son perfecciones que forman en nosotros principios y valores que dan sentido a nuestra vida, tales como: gozo, paz, paciencia, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia y continencia, entre otros, mismos que nos dan frutos: amor, alegría y ánimo para salir adelante. De esto también deberíamos vivir agradecidos.


Y dentro de esta celebración que es como un escape del ajetreo diario, nos olvidamos de la criminalidad rampante que cada día sufrimos, de las deficiencias en materia educativa que trae desconcertados a los maestros, de la economía que vive su peor momento, pues esta prendida de alfileres y de la salud, ni se diga, pues México es de los países que menos invierten en salud, ya que nuestro país en gasto per cápita gubernamental es de 10 mil, mientras el de Dinamarca es de 91mil, lejos, muy lejos.


Igualmente, no celebramos ni el populismo que padecemos, ni la creciente militarización de la vida nacional, ni la creciente militarización de la vida nacional, ni la nula seguridad que lleva a cabo la Guardia Nacional, ni la falta de una oposición congruente y consistente, ni el debilitamiento de las instituciones, ni la falta de respeto a la ley, ni esas obras tan costosas como ecocidas e inútiles, ni la ineptitud oficial, ni la sociopatía de nuestros representantes populares que ya no representan al pueblo, pues solo se dejan llevar por su guía, ni todos los demás malos efectos derivados de un gobierno que se finca en una sola voluntad omnímoda, caprichosa y perversa, cuyo único freno y contrapeso podría ser ahora el poderoso vecino que tenemos al norte.

Nada de eso celebramos, porque de eso nada es digno de celebrarse. Pero en estos días, y en todos, los buenos mexicanos celebramos a esa Patria que es la nuestra, siempre, por encima de la maldad de los delincuentes, de la perversidad de la cúpula gobernante y de la inercia de quienes no han sabido cimentar sus buenas intenciones en acciones buenas,


pues ponen la incondicionalidad por encima de la capacidad.
A propósito de la Noche Mexicana, si yo fuera diputado⎯líbreme Dios de tan aciago sino! ⎯ propondría una iniciativa de ley a fin de hacer que todos los funcionarios de la República, desde el presidente hasta el último comisario se sujeten al dar el Grito a una fórmula solemne, única e invariable, que no estaría sujeta a su voluntad o su capricho.


Recuerdo a Echeverria que dedicó un ¡viva! a los pueblos del Tercer Mundo, mientras nos arrastró al quinto.


Ahora López Obrador, con su estilo personal de hablar vitoreó el año pasado a algo que no existe, no existirá, como la igualdad y fraternidad universal.


¿Y qué decir acerca de otro vítor de AMLO, el del amor al prójimo?
Aquí podemos recordar al farisaico tipo que manifestaba: «Amo a mi prójimo, pero me reservo el derecho de decir quién es mi prójimo y quien no «.


En fin, en su Grito pone López, puras falsedades. Ojalá al decir tal cosa no falte yo al amor al prójimo y a la fraternidad universal.

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